VISTO DESDE OTRO LUGAR – Las calles de esta ciudad en la frontera entre México y Guatemala se han convertido en un enorme campo de refugiados abarrotado de decenas de miles de migrantes que intentan sobrevivir.
Por Elena Reina (el país)
Lo que una vez fue el parque central de Tapachula ahora es un laberinto. Una red de callejones bordeados por alambradas de púas donde cientos de migrantes deambulan sin otro propósito que saciar su hambre durante unas horas, cansar sus cuerpos lo suficiente como para quedarse dormidos junto a decenas de otros cuerpos agotados en una habitación sin ventilación ni agua. No hay trabajo ni ningún otro medio de sustento aparte del dinero enviado por un ser querido y recaudado de agencias de transferencia de dinero donde cientos de personas hacen fila. Las aceras de esta ciudad, la más larga de toda la frontera México-Guatemala, sus bancos de concreto y asfalto derretido, son las rejas de una prisión al aire libre. Un rincón aún más pobre que el resto de México, donde decenas de miles de migrantes llegan lo mejor que pueden antes de ser enviados a casa en autobús.
Tapachula se convirtió en el embudo más grande
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