Han pasado tres meses desde que los periodistas de AFP descubrieron el 2 de abril 20 cadáveres de civiles, los primeros indicios de las atrocidades y la destrucción cometida durante la ocupación rusa de los suburbios del noroeste de Kiev: Boutcha, Irpin, Borodyanka.
A principios de julio, las cicatrices de los combates aún son visibles por todas partes: ventanas rotas, agujeros de bala, agujeros en las paredes. A lo largo de la avenida Vokzalnaïa, que conecta Boutcha con Irpine, hay edificios, casas, edificios de apartamentos, tiendas y centros comerciales destruidos o gravemente dañados.
La reconstrucción, sin embargo, no parece ser la principal preocupación de los residentes en este momento. Aunque muchos de ellos, que huyeron de la ocupación rusa, ya regresaron hace varias semanas. El temor a una nueva ofensiva rusa en la región está en la mente de todos.
En los últimos días se han amplificado los rumores de un ataque inminente desde Bielorrusia -cuya frontera se encuentra apenas cien kilómetros al norte-. Impulsado por las declaraciones del presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, primer aliado de Vladimir Putin, quien el sábado acusó a los ucranianos de disparar misiles contra su país y amenazó con tomar represalias.
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