Los argentinos se preparaban febrilmente para la final del Mundial del domingo ante Francia, convencidos de que su país, su selección y en especial su estrella Leo Messi “merecen” levantar el prestigioso trofeo 36 años después de conquistar su segunda estrella.
Banderas, cánticos para enviar “olas” positivas finales a los “muchachos” de Lionel Scaloni, que jugará a 13.000 km de Buenos Aires. Cientos de porteños se dieron cita la noche del sábado para los “banderazos”, una especie de “fiesta de la bandera”, en quince barrios de la capital.
A las camisetas albicelestes acudieron casi todas “Messi”, pelucas, caras pintadas, trompetas, tambores, canciones por supuesto y principalmente banderas. Multitudes alegres recordando una celebración de la victoria.
El Obelisco, monumento emblemático en el corazón de Buenos Aires, fue testigo el sábado de una repetición espontánea -y en pequeña escala- de la marea humana de decenas, probablemente incluso cientos de miles de personas, que deberían acudir a la capital en caso de victoria.
Franco Llanos, ataviado con la gorra, bandera y camiseta albiceleste, sostenía en sus manos una réplica de plástico del trofeo dorado.
– Fiesta pase lo que pase –
“Estoy muy orgulloso de ser argentino. Sé que Messi va a traer la Copa de vuelta”, dijo a la AFP antes de saltar con los dos pies y en el canto, con los brazos extendidos, azotando el cielo, hacia esos desconocidos que habían venido como él a recibir Comunión. ya celebrar.
Desde Jujuy (norte) hasta Chubut (sur) a 2.800 km de distancia, desde Mendoza al pie de la Cordillera de los Andes hasta Mar del Plata en el Atlántico, todo un país se preparaba para vibrar alrededor de pantallas gigantes en parques, estadios, costaneras. -mar.
En el barrio de Boca, bastión “maradonesco” de los colores amarillo y azul del club local Boca Juniors, Carina Disanzo, de 44 años, vestida con la camiseta de la selección, está convencida de una cosa: el domingo irá “de fiesta”, independientemente de la resultado del partido.
“Si sucede lo que todos queremos, será una gran fiesta. Si perdemos también, porque pasamos a la final”. Pero “sería una gran alegría salir campeones con todo lo que nos pasa”, observa, refiriéndose a la economía de un país enfermo crónico, con una inflación entre las más altas del mundo.
Sí, “nos lo merecemos”, garantiza.
Y Argentina “es un país muy futbolero”, recuerda. Lo que pasa aquí, en el campo, el ambiente en las gradas, no existe en otros países (…) Excepto quizás en Brasil”.
Y frente a Francia, “campeona defensora” que se levanta, “sin miedo, pero respeto sí”.
– Turistas, ligues de una noche –
Refuerzos inesperados, la marea de simpatizantes se ha enriquecido con turistas, que vienen especialmente a vibrar por un momento que esperan que sea “histórico”.
Lilly Oronoz y Antonio Secola, dos puertorriqueños de 51 años, cruzaron Sudamérica “por la pasión argentina” por el fútbol, ”por la solidaridad sudamericana” y “por Messi”.
Amigos ingleses de vacaciones en Brasil decidieron “por capricho” llegar a Buenos Aires: “¿Cuándo tendremos otra oportunidad de vivir una final del Mundial en Argentina, en Argentina?”, dice Josh Gwilt, de 27 años, vestido con la camiseta de portero Emiliano Martínez.
Greg Layhe, de 28 años, lució el de su ídolo, Leo Messi.
“Todos esperamos que gane una Copa del Mundo. Creo que es el mejor jugador de todos los tiempos y merece” que lo eleven, dice.
En vísperas de este encuentro con la historia, los vendedores ambulantes ondearon banderas de venta en muchas esquinas y tocaron ruidosamente trompetas de plástico (vuvuzela).
En el Bairro 11, un barrio que concentra las tiendas mayoristas, la decoración navideña de este año dio paso a la completa parafernalia del abanico -campana y vuvuzela celeste y blanca incluidas- que desbordan las aceras.
Raúl Machuca, un vendedor de 22 años, dice que el negocio va bien en el inicio del verano austral, “principalmente maquillaje y banderas”.
Los canales de televisión brindaron la expectativa continuamente, levantando esperanzas.
“A un paso del sueño”, proclamaba la casi constante pancarta del canal TN, que recordaba al fechar el último título mundial de Argentina, en 1986 en México: “Dos generaciones de lágrimas”.
Las grandes cadenas de televisión, normalmente obligadas a retransmitir el himno nacional al final de los programas, innovaron con una versión especial a medianoche, grabada por los jugadores qataríes. Iniciativa de la Federación Argentina (AFA) para lanzar, con emoción garantizada, la cuenta regresiva a 12 horas desde el pitido inicial.
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