Sin embargo, otro retrato de César esperaba ocupar su lugar en el centro de atención. Había sido excavado cerca de Roma por Lucien Bonaparte, un arqueólogo dedicado y hermano menor de Napoleón. Cuando los tiempos se pusieron difíciles, fue vendido y llevado a su nuevo propietario en las afueras de Turín, donde permaneció en el anonimato durante cien años (conocido como el “viejo desconocido”). En la década de 1930, un arqueólogo italiano, quizás beneficiándose de la pasión de Mussolini por el emperador, lo identificó firmemente como un retrato de Julio César, erigido durante su vida. Fue tan acertado que el experto afirmó que la extraña forma de su cabeza, que podría haber sido considerada la torpeza de un escultor incompetente, era en realidad una representación de las deformidades congénitas del cráneo de César (clinocefalia y plagiocefalia para ser precisos). No había otra prueba de la condición del cráneo de César además de esta talla. Sin embargo, independientemente de si era circular o no, el retrato excavado por Bonaparte no solo despertaba la misma admiración que el del Museo Británico, sino que también daba la ilusión de que permitía hacer algo más que mirar al hombre a los ojos: él fue testigo de su condición médica.
Sin embargo, esa cabeza también terminó cayéndose. No tanto porque sería fake o porque no sería César, sino porque, a pesar de esta manía, sería un trabajo rudimentario. La hipótesis más probable es que se trate de la copia romana posterior de un busto contemporáneo de César. No sería, por tanto, el producto de una cuidadosa observación, y su forma curiosa no sería más que una forma curiosa.
Aquí es donde la estatua del Ródano hace su entrada. La ciudad de Arles mantuvo relaciones políticas con César, ya que éste había instalado allí algunas de sus tropas. El cuello de la escultura está bien arrugado y la nuez de Adán es bastante prominente, aunque su rostro no es tan esquelético como se muestra en las piezas. Representará el rostro de César durante unas décadas y decorará un gran número de portadas de libros. En resumen, podría ser solo él. Supongo que, aun así, tarde o temprano surgirán las dudas y se encontrará un busto similar que ocupará su lugar.
Apenas se nos escapa la verdadera imagen de Julio César. Cada generación encuentra su nuevo César.
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