ANÁLISIS – Proteccionista y aislacionista, el presidente estadounidense no se diferencia radicalmente de su predecesor. Para disgusto de sus socios extranjeros.
El estilo ha cambiado, menos sustancia. Menos de nueve meses después de asumir el cargo, Joe Biden no rompió radicalmente con la política exterior liderada por Donald Trump. Proteccionista, aislacionista, tratando a sus aliados con arrogancia, el sonriente Joe Biden resultó ser un presidente mucho menos diferente de su predecesor de lo que esperaban sus homólogos extranjeros.
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A lo largo de los meses, desde China a Afganistán, pasando por Cuba e Irán, ha surgido una curiosa continuidad entre las dos administraciones, mal enmascarada por un lenguaje más civilizado y métodos más clásicos.
En la superficie, los dos presidentes evolucionan de formas radicalmente diferentes en el escenario internacional. Más cortés, más sonriente, más cálido que su predecesor, Biden cultiva un estilo mucho más refinado. No más mensajes provocativos en Twitter, o salidas estrepitosas en cumbres internacionales, encuentros sorpresa con autócratas o enfados entre
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