Sabemos desde hace mucho tiempo (es decir, Galileo) que 1 kilogramo de plomo cae tan rápido como 1 kilogramo de pluma, si, sin embargo, no se le aplica otra fuerza que no sea la gravedad, por ejemplo, la fricción del aire, que se obtiene en el vacío. Sin embargo, entre 2016 y 2018, un satélite, Microscope, en órbita a una altitud de 710 kilómetros, probó esta certeza de cuatrocientos años reiterando experimentos de caída de cuerpos.
El veredicto, publicado el miércoles 14 de septiembre, en doce artículos, en Cartas de revisión física y Gravedad clásica y cuántica, por supuesto: Galileo tenía razón.
La diferencia de aceleración entre dos cuerpos en caída libre es inferior a 10-15.
Y no solo un poco. Su observación sigue siendo correcta, con tanta precisión como pudieron comprobar los investigadores: la diferencia de aceleración entre dos cuerpos en caída libre es inferior a 10-15. Considere una precisión gracias a la cual puede detectar el peso de“una mosca de medio microgramo en un superpetrolero de 500.000 toneladas”.
La imagen, que acoge un registro inédito, fue utilizada por Manuel Rodrigues, jefe de proyecto y miembro de la Oficina Nacional de Estudios e Investigaciones Aeroespaciales (Onera), durante una rueda de prensa este miércoles.
Galileo había medido hasta una diferencia de 1 milésima (10-3). El resultado obtenido es también cien veces mejor que el proporcionado por otras mediciones realizadas en la Tierra en 2007, y diez veces mejor que los hallazgos preliminares de Microscope en 2017.
Otra victoria para la relatividad general
Con tanta precisión, hasta Albert Einstein tenía razón. Para desarrollar su famosa teoría de la relatividad general, en 1915 planteó como principio fundante la observación de Galileo: un cuerpo que cae es como un objeto que acelera. La gravedad y la aceleración son equivalentes.
Pero el experimento no estaba destinado a la historia de la ciencia, sino a su futuro. Los investigadores querían ver si Einstein y otros podrían haber ignorado las fuerzas microscópicas, y si desacelerarían o acelerarían las masas. Esta herejía no es tan temeraria, pues ya hay evidencia de que la relatividad general no lo explica todo, por ejemplo, la rotación anormal de las galaxias o la aceleración de la expansión del Universo. E, inevitablemente, una teoría del reemplazo sería sinónimo de nuevas fuerzas o partículas.
La construcción del satélite de 300 kilogramos del Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES), diseñado por Onera y cuyos datos fueron analizados por el Observatorio de la Costa Azul con un gran número de investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) , por lo tanto, se decidió hace veinticinco años con el objetivo de encontrar un obstáculo al principio de equivalencia.
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