Hace unos meses, Marcelo Cornellá asistió a un velorio y notó algo. En un rincón de la cámara funeraria se exhibían maquetas de urnas a disposición de los clientes. Recordó lo que le había pasado a uno de sus familiares y decidió preguntarle a la recepcionista. “Le pregunté si había gente que dejaba las urnas de sus seres queridos en la funeraria y nunca las recuperaba. él dice. Ella me dijo que esto sucede con mucha más frecuencia de lo que les gustaría.
Sorprendido por la respuesta, Marcelo Cornellá, presidente de la Asociación Cultural de Mayores de Fuenlabrada (Acumafu), en la periferia suroeste de Madrid, decidió no quedarse ahí. En enero, su asociación publicó una carta abierta advirtiendo de una situación preocupante: mientras aumentan las cremaciones en España, muchos familiares de los fallecidos están dejando las cenizas en los crematorios, lo que empieza a ser problemático.
El mensaje, lanzado en colaboración con la Federación Española para la Defensa de las Personas Mayores (Fedepem), pretendía dar a conocer una lamentable situación que empieza a generalizarse y se agudiza desde la pandemia. Según los firmantes, esta práctica no respeta la última voluntad del difunto y genera problemas en las familias.
Bosques, columbarios y jardines del recuerdo
Cuestionada sobre el tema, la Asociación Nacional del sector funerario (Panasef) afirma que las cenizas están lejos de ser abandonadas sistemáticamente y que el problema del lugar que ocupan no es significativo. Pero lo cierto es que cada vez más ciudades españolas se ven obligadas a ceder espacios para dar un final digno a estos restos humanos. Bosques de recuerdos, columbarios o pequeños jardines se multiplican para evitar que todo acabe en un receptáculo común.
“Morir cada vez es más caro y muchas familias optan por la opción más sencilla y económica.
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El Confidencial (Madrid)
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