Kirley llegó a Matamoros, México, con las heridas sufridas después de saltar de un tren de carga utilizado por migrantes para llegar a la frontera con Estados Unidos. Como miles de personas, está esperando la oportunidad de dar el último paso que la separe de su Sueño Americano.
Desde hace dos semanas, esta venezolana de 19 años y su novio Jenderson duermen en las calles de Matamoros, colgados del “Título 42”, una regla que permite a las autoridades estadounidenses bloquear la entrada de migrantes por razones de protocolo anti-covid.
Originalmente, se suponía que este dispositivo terminaría el 23 de mayo, pero un juez en Luisiana (sureste de los Estados Unidos) bloqueó su levantamiento. El 15 de noviembre, un juez federal en Washington, por el contrario, exigió al presidente Joe Biden que pusiera fin a las expulsiones previstas por esta disposición, y se programó el levantamiento del “Título 42” para el lunes antes de la medianoche.
Pero tras una apelación de veinte estados conservadores de EE.UU., la Corte Suprema decidió el lunes mantener ese sistema.
La espera de la joven pareja, como la de otros miles de venezolanos que arribaron a esta ciudad del estado de Tamaulipas, está marcada por la falta de información y el temor al fracaso en su intento de escapar de la escasez que vive su país.
– Temperaturas negativas –
El “Título 42” les impide buscar asilo en las puertas de Estados Unidos y permite la deportación de inmigrantes indocumentados. Pero incluso si ese dispositivo hubiera sido levantado, no había garantía de que Kirley y Jenderson recibieran la protección del gobierno de EE. UU. por la que arriesgaron sus vidas en su viaje de cuatro meses.
En Matamoros, abogados especialistas en migración atienden alrededor de 5.000 solicitudes, en su mayoría de venezolanos y haitianos, que enfrentan temperaturas bajo cero.
En el pueblo cercano de Reynosa, varios miles de migrantes viven en albergues superpoblados.
“Entramos a Torreón y, yendo de Torreón a Monterrey en +la Bestia+ (el tren de carga, nota del editor), nos tuvimos que tirar del techo hacia la montaña porque venía gente con armas y se llevaban montones de gente, dijo Kirley a la AFP cerca del puente internacional que conduce a la ciudad estadounidense de Brownsville, Texas.
Recuerda que entre los detenidos había niños y que la detención resultó en la amputación de un brazo a uno de ellos.
Ella misma, arrojándose desde el techo, se cortó la cabeza. Con la cabeza ensangrentada, fue rescatada por un hombre que la llevó a la Cruz Roja. Esta lesión, “es algo que me hizo arrepentirme de venir”.
La incertidumbre también se palpa en Ciudad Juárez, donde se encuentran miles de migrantes de diversas nacionalidades. “Yo no fui (a las autoridades) porque hay algunos que fueron a Juárez y los mandaron de vuelta” a su país, confiesa Almao, un venezolano de 23 años de esta localidad fronteriza.
“Nos dijeron que nos iban a deportar y que todo el esfuerzo que habíamos hecho para venir aquí con los niños sería en vano, porque nos iban a deportar”, dijo Yorgelis Cordero, una joven de 20 años. viejo venezolano.
“Me entregué y no me recibieron, simplemente me mandaron de regreso por el mismo puente. Lo único que pido es que me dejen cruzar con mi familia”, dice Petrona Elizabeth de Rivera, una salvadoreña de 59 años.
– Desinformación –
Los migrantes también deben luchar contra la desinformación. Hace una semana, en sus celulares, un rumor decía que la frontera sería abierta por las autoridades por unas horas. Consecuencia: abandonaron sus refugios y sus lugares fueron rápidamente ocupados por otros.
“No teníamos dónde dormir”, dice Almao.
Desde la introducción del “Título 42” en marzo de 2020 hasta finales de septiembre, a los inmigrantes de América Latina y el Caribe se les ha negado el asilo 2,3 millones de veces en la frontera sur de los Estados Unidos, según datos oficiales de los Estados Unidos.
Alrededor de 600 migrantes duermen en las calles de Matamoros en pequeñas tiendas de campaña o cubiertos con plástico.
Ante la falta de albergue, las autoridades locales adecuaron un centro de esparcimiento para 200 personas, actualmente ocupado por 700 personas, dijo Alejandro Cerezo, alcalde de la ciudad.
Otros migrantes ocupan casas abandonadas. “Es una situación que nos lleva a la desesperación, sobre todo entre los vecinos”, observa el concejal.
El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, se contentó con decir el viernes pasado, durante una visita a Washington, que el gobierno se prepara para el fin del “Título 42”.
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