“¡Esta tierra era rusa, todavía lo es y seguirá siéndolo! Esta frase mítica se la debemos a Alexander Nevsky, Príncipe de Novgorod. En abril de 1242 derrocó a los soldados de la Orden Teutónica, originaria de la actual Alemania, que pretendía conquistar la Rusia medieval para convertirla al catolicismo. Ocho siglos después, la figura de Nevsky ocupa un lugar importante en el imaginario movilizado por Vladimir Putin para justificar su ofensiva en Ucrania, presentada como una medida defensiva para proteger a los rusohablantes del peligro occidental.
“Ahora estamos luchando contra Europa como lo hicieron nuestros antepasados”, dice Oleg Yakhontov, un exparacaidista de 56 años que acaba de participar en una recreación histórica cerca de la frontera con Estonia. En septiembre de 2021, Vladimir Putin y el patriarca Kirill, jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa, inauguraron personalmente, a pocos metros de distancia, una imponente escultura de metal que representa al autoritario Príncipe de Novgorod y sus guerreros.
“La figura de Alexander Nevsky es verdaderamente grandiosa”, declaró el líder ruso, elogiando a un “comandante militar brillante”, pero también a un “diplomático hábil” que se puso del lado de los mongoles mientras Moscú mira a China hoy. “Nuestro presidente continúa con este trabajo”, dice serenamente Oleg Davydov, un ingeniero de 52 años. Para él, Vladimir Putin encarna “la defensa del país, su fuerza, su confianza y su seguridad”.
“Musicaholic exasperantemente humilde. Amistoso nerd de la cerveza. Aficionado al café. Aficionado a Internet”.