“Además de ser numerosos, somos muy folclóricos”, resume Caramelo, el hincha número uno del “Tri”, la selección mexicana. Con su sombrero, Caramelo -Héctor Chávez en su verdadero nombre- es el alter ego de Manolo del Bombo, icono de la afición española.
“Nos gusta cantar, beber y bailar todo el tiempo”, añade este empresario, que celebrará su 60 cumpleaños en Qatar.
Aficionados a la fiesta, los mexicanos son bienvenidos en Qatar siempre y cuando respeten ciertas reglas. “Está prohibido llevar alcohol”, advierte el que fuera designado “embajador” de la afición de su país por las autoridades del emirato al que visita cuatro veces en un año.
Tendrán que respetar las normas generales de consumo (tres horas antes y una hora después del partido, en la zona de aficionados…). Y principalmente para pagar una simple chela -cerveza- tres o cuatro veces más cara que en México. “Entre 225 y 300 pesos (entre 9 y 12 dólares)”, convierte.
Caramelo, diez mundiales en el reloj, también trató de anticipar la convivencia con otros aficionados en un territorio diminuto (11.571 km² en total). En particular frente a un tal México-Argentina, uno de los carteles del grupo C que también incluye a Polonia y Arabia Saudita.
“El representante de la afición argentina, lo conozco. Si pasa algo, lo puedo llamar para calmar a su tropa”, dijo Caramelo, según quien los organizadores asociaron por primera vez a los representantes de la afición en la preparación del Mundial.
El gobierno tiene previsto trasladar 80.000 mexicanos a Qatar, uno de los dos o tres batallones de hinchas más importantes.
Están dispuestos a pagar entre 14.000 y 20.000 dólares por un paquete que incluye un viaje de ida y vuelta México-Doha, alojamiento y los tres partidos de la fase de grupos del equipo, según la Asociación de Agencias de Viajes.
“Muchos aficionados se ahorran cuatro años para ver el Mundial”, añade su presidente, Eduardo Paniagua Morales.
Nunca tantos mexicanos en Medio Oriente
“Será la presencia más importante de mexicanos en la historia de un país del Medio Oriente, con otra tradición jurídica, religiosa, con otro idioma”, señaló el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, al presentar medidas preventivas a partir de agosto.
“No podemos llevar tequila en el equipaje”, advirtió, al unísono con Caramelo.
En el viaje también estarán unos quince agentes de la Guardia Nacional -cuerpo de seguridad creado por el actual presidente, a punto de ser tomado por el ejército-.
Sin armas ni uniformes, serán un punto de conexión “entre la afición mexicana, nuestros idiomas y nuestras costumbres, y las autoridades de Qatar”, detalló el jefe de la diplomacia.
Un hub México-Qatar abrirá sus puertas el 19 de noviembre para “solucionar los interminables problemas” que surgirán con los pasaportes. “Trabajamos con Qatar”, aseguró Marcelo Ebrard.
Un sombrero para Mandela
Quince mil en Sudáfrica en 2010, 34 mil en Brasil cuatro años después, 44 mil en Rusia en 2018 y 80 mil esperados este año: los mexicanos nunca pasan desapercibidos en un Mundial.
Con algunos deslices individuales que marcaron los ánimos. “Un mexicano borracho apagó la llama del soldado desconocido en Francia en 1998. Orinó en la llama. Es indigno”, lamenta Caramelo.
En Sudáfrica en 2010, otro mexicano fue arrestado por intentar poner un sombrero en una estatua de Nelson Mandela, una afrenta nacional.
Más dramáticamente, en 2014, en Brasil, Jorge Alberto López Amores murió al saltar de un crucero que transportaba fanáticos mexicanos a Recife.
Mala señal para el país coanfitrión del Mundial 2026 con Estados Unidos y Canadá: la FIFA ha sancionado a México en 17 ocasiones por cánticos homófobos (“puto”) saludando los tiros de portería del equipo contrario.
La afición mexicana recorre el mundo para ver a un equipo que nunca ha superado los cuartos de final -en los dos Mundiales organizados en México, en 1970 y 1986-, y que sigue con siete eliminaciones consecutivas en octavos de final.
“Es un público que se entrega al máximo, con una selección que pocas veces rinde frutos”, resumió el escritor Juan Villoro en una fiesta del libro en la Ciudad de México el 9 de octubre. Y para concluir que si hubiera un Mundial de hinchas, “México llegaría a la final”.
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