El exjefe del departamento de deportes de la RTBF, recientemente jubilado, eligió nuestro periódico para dar sus primeros pasos como columnista en la prensa escrita. Concierta una cita contigo todos los sábados para hablar de sus favoritos. O boca.
Por Michel Lecomte
EN ELAl día siguiente de la eliminación del PSG de la Champions League, personas de muy diferentes orígenes que conocí me hicieron la misma pregunta: “¿Viste el partido? Unánime en la noche madrileña: no hacemos un equipo con una yuxtaposición de estrellas. Sentido común, ¿obvio? Sí… excepto por un presidente multimillonario de Qatar.
Eliminado, humillado, el PSG perdió lo que le quedaba de crédito en el escenario internacional. Revolcándose de nuevo en su presunción y luego atrapado en sus miedos, perdió el hilo de su partido ante una Real más que media, todavía sin Hazard, pero llevada por Benzema, Modric y Courtois aún decisivos. El PSG es al mismo tiempo la desesperación de sus aficionados, el hazmerreír de sus detractores (más numerosos que el primero), y cierta incomprensión por parte de los observadores. Un gran presupuesto, un “dream team” reclutado a precios exorbitantes, un marketing global excepcional.
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