El consenso entre los emprendedores de todo el mundo es que las cosas no volverán a los mismos niveles de actividad social o económica en los próximos 24 meses, al menos. También existe la idea de que las cosas asumirán una cierta normalidad. La idea es que esta nueva normalidad gire en torno a la digitalización del trabajo a distancia y la eficiencia en la decisión de compra. La realidad es que nadie tiene información precisa sobre lo que va a pasar. Por ejemplo, las empresas líderes en tecnología Uber, Google y Facebook han anunciado que no volverán al trabajo de oficina hasta julio de 2021. Debería servir como un mejor ejemplo de que las empresas más grandes con los presupuestos más generosos tienen un criterio de lo que sucederá.
El desafío para las empresas es admitir que las decisiones tomadas en los últimos 6 meses tendrán reacciones y consecuencias duraderas. Es decir, quienes reaccionaron con rapidez y transformaron su oferta al mundo digital, se enfrentarán a consumidores que no quieren volver al mundo físico y que se enamoran de esta oferta. Sin embargo, es posible que estos modelos digitalizados no sean suficientes para mantener la empresa a flote. En contraste, al reiniciar los productos tradicionales que existían antes de la pandemia, las empresas encontrarán que la demanda ya no está en esos niveles.
Echemos un vistazo a un restaurante, estas empresas pasaron varios meses vendiendo a través de plataformas de reparto como Rappi o Uber Eats, durante ese tiempo en muchos casos trabajaron con una plantilla reducida – y si tenían suerte – concesiones en el costo del alquiler. Al final del cierre en muchas partes del mundo, estos restaurantes pudieron reabrir con un flujo reducido. Pero, habrá consumidores que no volverán, pero que tampoco prefieren el producto digital. En otras palabras, el restaurante estaría ubicado entre 2 tierras: el mundo digital y el mundo físico; lamentablemente, puede ser cierto que ninguno de los 2 alcance niveles reales de rentabilidad.
Este es el fenómeno de pesadilla que muchas empresas se niegan a reconocer. Y si caemos entre 2 modelos de negocio con baja rentabilidad y un gran número de nuevos competidores. Es una realidad para una gran cantidad de modelos de negocio, piense en los teatros. Se quedaron con altos niveles de inversión en puntos de venta y contratos de alquiler sin contar con el público del año pasado. Los ganadores serán sin duda los modelos de negocio totalmente digitales. Pero también recibirán una gran cantidad de nuevos competidores que buscan agresivamente participación de mercado.
Los grandes almacenes han invertido grandes sumas para que su oferta de comercio electrónico sea la mejor. Sin embargo, al abrir las puertas, sus puntos de venta no lograron atraer visitantes. Los supermercados también están en una fase extraña en la que pueden atender a los consumidores, pero no reciben a familias enteras. Parece un tema menor, pero al restar al hijo que acompaña a sus padres al supermercado, afecta a categorías enteras; por ejemplo, cereales.
Las empresas pueden abrir a mediados del próximo año, pero es posible que la fuerza laboral no tenga el apetito o la energía para volver a estos formatos de trabajo. El problema va más allá del concepto de trabajar desde casa. El trabajo tal como lo conocemos carece de sentido, para demostrarlo basta con ver cómo los bancos empezaron a desarrollar planes para recuperar préstamos vencidos. Las tasas de desempleo pueden caer, pero la disposición de los consumidores a trabajar puede verse afectada permanentemente. El concepto moderno de trabajo se remonta a la cultura del trabajo de oficina de la década de 1950. Esta pandemia ha puesto todo eso en duda.
Hay que pensar en la escuela, el concepto de una nueva normalidad dicta que habrá distancia social y medidas de saneamiento dentro de las aulas. España quiere disponer de profesores suplentes en caso de que la infección ataque una escuela y, así, tener garantizada la educación de los niños. Sin embargo, para muchos padres, está claro que lo que pagan las escuelas no es proporcional al beneficio que podrían tener en el futuro. No es sorprendente sentirse decepcionado por muchos padres que, después de estudiar, perdieron sus trabajos durante la pandemia. La llegada del mundo digital al aula sugiere eficiencia en el pago de la matrícula y en la educación de los niños a través del iPad. La llamada nueva normalidad no sería un distanciamiento, sino un abandono colectivo y sistemático de la estructura educativa global. La educación vertical y especializada puede desaparecer en favor de niños con muchas más habilidades sociales.
El cambio más radical será el papel del gobierno. Durante años, Hollywood ha preparado al mundo con escenas en las que los presidentes mundiales deben tomar decisiones imposibles sin informar al público para salvaguardar el bien común. Ahora que es la realidad que copia la ficción, más de un presidente tuvo que admitir que no comunicó la gravedad del COVID-19 por temor a sembrar el pánico. La alianza indispensable de un gobierno se rompe: los gobernados no necesariamente pueden creer lo que les dice el gobernador.
El mundo no tendrá una nueva normalidad, será un replanteamiento completo de las relaciones entre humanos, empresas y gobiernos. Más que una nueva normalidad, enfrentaremos una nueva realidad. Para las empresas, se trata de reconocer que las acciones para contener la crisis solo serán parte del producto final que el consumidor espera recibir a finales de 2022. Ya no es tiempo de transformación, es momento de renacer en nuestra oferta al consumidor final. . .
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