un sueño de libertad en una España encorsetada

los adolescentes de

LA «OPINIÓN MUNDIAL» – DEBE VER

Maldita sea, qué guapas son las chicas a las que la directora española Pilar Palomero dedica su primer largometraje, A chicas («chicas»)! ¡Tan sabio y bien educado también! Desconscientes de su encanto y, por tanto, conmovedores, amables hasta tal punto que no nos cansamos de mirarlos. Nos gustaría verlos florecer, los encontramos con barrotes, prohibido hablar, privados de la compañía de los chicos, todos vestidos con el mismo uniforme: falda gris plisada, calcetines y camisa blancos, chaleco azul marino. No tienen elección. En la escuela (no mixta) de Zaragoza, España, donde están matriculadas las niñas, las monjas aseguran el mantenimiento de los códigos tradicionales de feminidad, aprenden a tener cuidado con la seducción y los hombres no toleran ninguna desviación de la disciplina y la moral.

El peso de la Iglesia se opone a las aspiraciones de un joven en busca de ligereza y libertad.

En casa, para la pequeña Celia (Andrea Fandos), de 11 años, la austeridad sigue siendo la norma, esta vez ordenada por su madre, Adela (Natalia de Molina), sin ceder a los principios que ella misma recibió de sus padres. Una señora de la limpieza, Adela trabaja duro para satisfacer sus necesidades y, sobre todo, para poder ofrecer a su hija estudios que puedan aportarle independencia y una vida mejor que la de ella. Esto requiere sacrificios que Celia obedece sin quejarse. Hasta el día en que conoce a Brisa (Zoe Arnao) que va a la universidad durante el año.

Procedente de Barcelona, ​​de una familia emancipada de los principios y convenciones religiosas, la pequeña noticia abre el campo, haciendo que Celia se pregunte de pronto por la educación que recibe, por el secreto que pende de la ausencia. De su padre, sobre los temas tabú del deseo y el amor. Entre ellos y, a su paso, los adolescentes que los rodean, simbolizan las corrientes que luego dividen profundamente a España. El peso de la Iglesia oponiéndose a las aspiraciones de un joven en busca de ligereza y libertad.

gravedad juvenil

Porque estamos en 1992. El año de las Olimpiadas de Barcelona y la Exposición de Sevilla. España está emocionada, parece europea, moderna. Se acerca un nuevo viento, cuyo soplo está llegando a ciertas regiones más que a otras. En Zaragoza, donde viven nuestras heroínas, el espíritu de renovación no tiene voz. Excepto en los cuartos de las chicas, que cuando se juntan se divierten desafiando las prohibiciones (maquillarse, fumar, beber alcohol). Entonces, la timidez da paso a la curiosidad y la alegría. Alejadas de los adultos, las chicas se sueltan, filmadas por una cámara colocada a su altura, muy cerca de los ojos a los que está pegada la nuestra. El primer plano nos obliga a hacerlo, que pretende situarnos entre las chicas, junto a Célia, para que no perdamos ninguna de sus emociones, por tenues que sean. En este punto, podemos contar con la joven actriz Andrea Fandos, una magnífica intérprete cuya gravedad juvenil ya parece tener toda la vida.

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