Crónica “Visto del mundo”
Algunos mexicanos privilegiados se niegan a renunciar a sus sirvientas, y muchos de los 2.4 millones de trabajadoras del hogar tienen que seguir trabajando sin poder regresar a casa.
Confinado al bien. Algunos mexicanos, entre los más privilegiados, no quieren renunciar a su sirviente en esta era de lucha contra el coronavirus. Los ciudadanos deben quedarse en casa. Pero solo los trabajadores más acomodados pudieron refugiarse en la seguridad de sus hogares. Precarios, mal vistos, la mayoría de los 2,4 millones de trabajadores domésticos seguían trabajando. Y si muchos están confinados, es en los demás que lo están.
encarcelado contra su voluntad
Marcelina Bautista, fundadora y líder del sindicato de trabajadoras del hogar, suspira al final de la línea telefónica, enumerando las acciones arbitrarias de las familias mexicanas adineradas. “Recibimos varias denuncias de sirvientas que fueron expulsadas, a veces incluso después de veinte o treinta años al servicio de la misma familia, porque no querían quedarse atrapadas con estas personas”. De hecho, ¿cómo pueden siquiera pensar en coger una escoba, lavar la ropa sucia o cocinar ellos mismos … todos esos básicos? niña (“Bien”).
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Bautista, una ex sirvienta, dice que sus colegas están viendo esto “de todos los colores” en estos tiempos de Covid-19. Hay quienes son encarcelados contra su voluntad y no pueden tomar su día libre semanal para cuidar de sus propias familias. Algunos son enviados a casa sin paga “Porque el patrón finge que tampoco recibe su salario”. Y hay quienes tienen la tarea de pulir todas las superficies con desinfectante varias veces al día.
Descubrimiento de las tareas del hogar
“Su trabajo no se considera un trabajo completo”, explica el sociólogo Roberto Zedillo, especialista en exclusión, quien explica que “Muchos mexicanos consideran a su sirviente como un miembro más de la familia”. Con el pretexto de una relación afectiva, sus derechos no son reconocidos. A pesar de las recientes reformas legislativas que obligan a los empleadores a contratarlos e inscribirlos en la seguridad social, una pequeña minoría se atreve a reclamar estos derechos por temor a perder sus puestos de trabajo.
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Los empleados que se mudan de casa todos los días pasan más de dos o tres horas diarias en transporte público. “Si las 300.000 trabajadoras del hogar en la Ciudad de México pudieran quedarse en casa durante 30 días, sería beneficioso para todos en la lucha contra el virus”, dice Marcelina Bautista. En su ausencia, los ricos tienen que arremangarse y aprender más sobre las tareas del hogar, cuyas dificultades comentan en las redes sociales.
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