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La costa vasca acoge el campeonato mundial de pelota vasca, un deporte donde la competencia entre Francia, España y los países latinoamericanos es feroz.
Uno esperaría un evento local. Un clásico eterno entre Francia y España. Lejos de allí. Del 23 al 29 de octubre, unas 20.000 personas asistieron al campeonato del mundo de pelota vasca en Biarritz (Pirineos Atlánticos). Más de 300 jugadores, profesionales y amateurs, representaron no a dos, sino a 36 países. Para una decena de especialidades, todas de este deporte centenario. Los juegos se juegan de uno en uno o de dos en dos. Más o menos, de cara a una pared. Para los más curiosos, en cinco parques infantiles, de hasta cincuenta metros de largo. El sábado será la final de las disciplinas estrella, la más tradicional: la mano desnuda, donde el pelotari golpea con la mano una pelota de cuero protegida por vendas. Y la canasta punta -con una gran chistera, un largo y elegante guante de mimbre- con fama de ser uno de los deportes de pelota más rápidos del mundo, cerrará este campeonato mundial.
Para los pesos pesados históricos, Francia, último campeón del mundo en 2018, y España, la competencia es dura. Los competidores provienen de los cinco continentes. Un tercio de los equipos provienen de América Latina: México (campeones en 2006 y 2014), Argentina, Uruguay y Cuba ocupan regularmente los primeros lugares en este deporte, que tiene su origen en el tenis, una vez jugado en toda Europa.
Jai alai en Chicago o La Habana
Para entender este éxito al otro lado del Atlántico, es necesario retroceder en el tiempo. “Los vascos son un pueblo que ha migrado mucho, en parte por la
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