Armado con una sólida base musical, anclado en sus años en el conservatorio que le otorgan una facilidad en la armonía y la melodía, una madurez alimentada por el rock y la música electrónica, que se suma a su acentuado gusto por la experimentación y la música. Buscando sonidos, timbres y materiales, Erica nos regala un álbum con una paleta rica, un paisaje luminiscente, metáforas a veces impactantes, un álbum poderosamente atrevido y libre.
Escrito durante un año de retiro solitario en España, “un viaje oscuro”, dice, los bocetos muy elaborados de las composiciones (violín / voz / loops de bajo) sirvieron de salida a la ira, incluso al exorcismo. Tres años más tarde, la energía emocional de los primeros jets se destacará con la organización y producción de trabajos en París, en colaboración con el músico y productor Jean-Charles Versari.
Sus influencias, tan eclécticas como Bartók, Pet Shop Boys, King Crimson, John Cale, Nigel Kennedy o Marylin Manson, por nombrar solo algunas entre la multitud, Erica Nockalls las colecciona, las traga, las digiere para crear algo nuevo, algo Erica.
Algo con puras melodías de violines y voces, pausas rítmicas, ritmos bailables, resplandeciente en la calidez de su fondo clásico, pero acetilado por máquinas preindustriales o postindustriales.
Algo casi alegre en la superficie, pero flotando en el abismo de una oscuridad desconocida, que te agarra y nunca te suelta.
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