La inflamación crónica de bajo grado puede ser el origen de patologías más graves, según un estudio reciente. Factores como el sedentarismo, el consumo de alcohol y tabaco, el estrés crónico, el mal descanso y la mala alimentación pueden aumentar el riesgo de sufrir inflamación crónica.
Entre los alimentos más inflamatorios se encuentran los ultraprocesados, como las mermeladas, galletas, cereales, yogures de sabores y refrescos. También se deben evitar productos como el chocolate con leche, las harinas refinadas, la bollería industrial, el pan blanco, las grasas fritas y oxidadas, así como las carnes ultraprocesadas.
Por el contrario, se recomienda priorizar en la alimentación alimentos antiinflamatorios como las frutas, verduras, legumbres, frutos secos y semillas, tubérculos, carne de calidad, pescado azul y blanco, huevos, lácteos fermentados, aceite de oliva virgen extra en crudo, especias y cacao puro.
Los síntomas de la inflamación crónica pueden incluir cansancio, dolor localizado o generalizado, falta de apetito, pérdida de peso, digestiones difíciles, úlceras en la boca y erupciones en la piel. Además, se ha demostrado que la inflamación crónica está asociada a enfermedades crónicas como infartos, accidentes cerebrovasculares, cáncer, diabetes, enfermedad renal crónica, hígado graso no alcohólico y enfermedades autoinmunitarias y degenerativas.
Es importante tomar medidas para controlar la inflamación crónica y mejorar así la calidad de vida. Además de llevar una alimentación equilibrada, se recomienda realizar ejercicio de forma regular, reducir el consumo de alcohol y tabaco, gestionar el estrés y asegurar un buen descanso.