lunes, noviembre 25, 2024
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¿Hay dos componentes principales del comportamiento?

En la década de 1980, Benjamin Libet y su equipo realizaron una serie de experimentos. La configuración experimental les permitió determinar cuándo, en un electroencefalograma, los voluntarios decidieron conscientemente cuándo presionar un botón. Cada vez encontraron que la actividad eléctrica en la corteza motora ya había comenzado antes de que los voluntarios se dieran cuenta de decidir realizar el movimiento. Esto les llevó a formular esta afirmación: “Concluimos que la iniciación cerebral de un acto espontáneo y libremente voluntario puede comenzar de forma inconsciente, es decir, antes de que exista una conciencia subjetiva (al menos recuperable) de que una “decisión” de actuar ya iniciada en el cerebro”. [1]

Al principio, esta conclusión parece difícil de discutir. Otros no dejaron de notar un hecho curioso en sus datos de observación. Se obtuvieron en al menos 6 sesiones experimentales diferentes con 5 participantes. Resulta que el lapso de tiempo entre el inicio de la actividad de la corteza motora y el momento en que la persona toma conciencia de su decisión varía enormemente. Tomando todas las pruebas y voluntarios, este retraso osciló entre 150 milisegundos y al menos 800 milisegundos. [1] Ese descubrimiento llevó a tres investigadores a ofrecer otra posible explicación. Para dar cuenta de esta variabilidad, Aaron Schurger, Jacobo Sitt y Stanislas Dehaene propusieron un modelo en el que lo que estaría, en principio, en el origen de esta actividad de la corteza motora previa a la decisión consciente de una acción no sería una intención. , sino una actividad nerviosa aleatoria.

Debido a esta gran variabilidad en el tiempo, que requiere una explicación, el modelo propuesto por Schurger, Sitt y Dehaene tiene perfecto sentido. Esta variabilidad destacaría el ruido neuronal. Esta concepción permite prescindir de procesos ligados a un inconsciente como inductor de la acción. Sin embargo, lo que nos enseña el primatólogo Frans de Waal sobre ciertos comportamientos de los chimpancés, como les comentaba en mi publicación anterior, no nos permite excluir tan fácilmente un componente inconsciente, no sólo en lo que se refiere a actos simples, sino también a comportamientos complejos. Prefiero optar por una explicación que unifique los dos tipos de concepciones. Por un lado, la evolución ha tenido en cuenta durante mucho tiempo los procesos de toma de decisiones que escapan a la conciencia, aunque sean solo un componente; por otro lado, el ruido neuronal introduciría un elemento de variabilidad en todo el curso de las señales neuronales, unificando los procesos de toma de decisiones inconscientes con los de la conciencia.

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Básicamente, podemos concebir que este componente inconsciente soportaría el procesamiento de una mayor cantidad de información para la toma de decisiones. Una vez tomada la decisión, las instrucciones relativas a la elección de realizar un conjunto de actos, dada una conducta, serían transmitidas a otra red neuronal que constituiría el componente consciente de todo el proceso. El ruido neuronal interferiría parcialmente con esta transmisión de instrucciones. Como este fenómeno es de naturaleza aleatoria y por lo tanto variaría en intensidad, introduciría variabilidad en la implementación del proceso observado por Libet y sus colaboradores. En los casos en que este ruido de codificación neuronal es lo suficientemente grande, daría como resultado un gesto que no da en el blanco. En nuestra vida cotidiana, esto se traduciría simplemente en gestos torpes (ejemplos: tirar un vaso o, de manera más inofensiva, entrar en contacto involuntariamente con un objeto). En apoyo de esta idea, me gustaría recordar algunos trabajos que mencioné en un artículo anterior [3] “…estados que suelen caracterizar el estado de sueño se manifiestan durante la vigilia de manera localizada. Sin embargo, parece que, en este último caso, estas manifestaciones locales interfieren con ciertas actividades cerebrales. Un estudio publicado recientemente sugiere que los lapsos de atención se derivan de la aparición de actividades locales similares al sueño en el cerebro despierto. [4] y donde falla la atención, a menudo existe el riesgo de cometer errores. Estudios intracraneales en humanos [5] y el raton [6] mostró que las ondas lentas durante la vigilia conducen a errores de comportamiento. Otro trabajo muestra que la cantidad de ondas lentas registradas en una región cerebral determinada se correlaciona con la cantidad de errores cometidos en la tarea de reclutar esa región cerebral específica. [7] [8]. »

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Esta posible conexión entre conciencia, inconsciencia, ruido neuronal y evolución merece ser profundizada para que podamos develar mejor los secretos del funcionamiento del cerebro, humano y animal.

Juan Penaloza
Juan Penaloza
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