viernes, noviembre 22, 2024
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¿coincidencia u obstinación?

Cuando pensamos en el papel del azar en la ciencia, el ejemplo más conocido que nos viene a la mente es el de

Cristóbal Colón. En octubre de 1492, cuando creía estar en Japón, el navegante genovés acababa de desembarcar en una pequeña isla que bautizaría con el nombre de San Salvador. Colón no sabe que acaba de pisar el continente americano. Si tal vez no podemos hablar de “casualidad”, digamos que acaba de descubrir algo que no buscaba, y que obviamente no es un descubrimiento para los europeos de finales de este siglo.

siglo quince.

Los nuevos descubrimientos, los avances científicos, son pues el resultado tanto de un arduo trabajo en busca de una hipótesis, de una idea, como de un elemento de azar que abre una puerta a lo inesperado. Pero ojo, no creas que el azar lo hace todo. Es fundamental ser receptivos a ella, preparados para acogerla de alguna manera.

el curso de la historia


58 minutos

Alexander Fleming y los antibióticos

Por el lado de la medicina y la biología,

Alejandro Fleming, a principios del siglo XX, continuó investigando en su laboratorio de Londres sobre un determinado tipo de bacterias, los estafilococos. Con prisa por irse de vacaciones, un día deja su laboratorio en desorden y regresa para descubrir que sus platos de cultivo han sido

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contaminado con hongos. Y que estos hongos bloquearon el desarrollo de bacterias. No quedaba ninguno cerca de las setas.

Es 1928 y Fleming acaba de descubrir la penicilina por casualidad, así que

antibióticos. Por supuesto, sin querer, pero con una base científica para interpretar y comprender el alcance de sus observaciones. Un descubrimiento casual que salvó millones de vidas humanas.

el mundo vivo


2 minutos

Hans Peter Frey y la ciclosporina

En 1969, un ingeniero suizo, Hans Peter Frey, estaba de vacaciones en Noruega, en una región a 1.000 metros de altitud, salpicada de lagos y pantanos. Camina y, como un investigador curioso, recoge una muestra de suelo. De vuelta en su laboratorio en una gran compañía farmacéutica en Basilea, deja su muestra tirada.

Dos años más tarde, su colega, el profesor Jean-François Borel, examina la muestra. Descubre allí un poco por casualidad un hongo microscópico, Tolypocladium inflatum. Extrae una molécula de forma circular llamada ciclosporina. La molécula se prueba como un antibiótico, clásico para un hongo. Omitido. Se está probando como un fármaco contra el cáncer. Falló otra vez. No muy lejos de renunciar a todo en 1972, Borel descubrió que este hongo tenía un efecto inmunosupresor. En 1978, el inglés Roy Calne trató a pacientes trasplantados de riñón con ciclosporina. es un éxito Desde entonces, todos los trasplantados del mundo viven gracias a la ciclosporina; Puedes agradecer a Hans Peter Frey por pasar las vacaciones en Noruega.

Yves Coppens y Lucy

del lado de

paleontologíael nombre de Yves Coppens está íntimamente ligado al de

lucia, esta joven hembra de Australopithecus que vivió hace 3,2 millones de años. Este hallazgo es el resultado de una larga y ardua, e incluso incansable, búsqueda de los homínidos que poblaron el valle del Omo, en Etiopía.

Después de iniciar sus primeros sitios arqueológicos en Chad a principios de la década de 1960, cuando solo tenía 30 años, Yves Coppens se convirtió en colaborador de

camille arambourg, Profesor del Museo. Juntos buscan este valle de Omo donde descubren restos fósiles de homínidos.

El 30 de noviembre de 1974, un equipo internacional que reunió a etíopes, estadounidenses y franceses desenterró un conjunto de 52 huesos pertenecientes al mismo individuo. Es un momento de júbilo: primero dentro del equipo de arqueólogos, antes de que la prensa de todo el mundo se encienda. Lo gracioso es que Yves Coppens no está ese día. Un descubrimiento en el que el célebre paleontólogo tiene, sin embargo, una participación de paternidad, habiendo codirigido toda la expedición ese año. Y también por haber obtenido autorizaciones de las autoridades etíopes para excavaciones a niveles que él consideraba prometedores, gracias a su experiencia y tesón.

La moraleja de estas historias es que en la ciencia no hay un camino recto. Los descubrimientos a veces nacen de una combinación de circunstancias, a veces de una gran tenacidad. En cualquier caso, la curiosidad es el ingrediente principal, el que da la energía de la obstinación y también el que vuelve la mente receptiva a las observaciones inesperadas.

Juan Penaloza
Juan Penaloza
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