Según la mejor estimación disponible, puede haber entre 10,000 y 50,000 pacientes con COVID-19 con daño neurológico en el mundo. El cálculo es frágil, porque se basa en lo que se sabe de otros coronavirus como el SARS y el MERS, pero al menos pone una cifra provisional en un indudable fenómeno que médicos de medio planeta han notado en los últimos meses. Con 28 millones de casos confirmados de COVID en todo el mundo, los 50.000 que presentan síntomas cerebrales no superan el 0,2%. Pero las complicaciones suelen ser graves y llaman la atención de los neurólogos.
Al comienzo de la pandemia, los médicos notaron que algunos pacientes hospitalizados con covid-19 estaban confundidos, desorientados y nerviosos, con síntomas de delirio. Un grupo japonés publicó en abril el primer caso de un covid asociado a inflamación del cerebro, y luego aparecieron otros, como un paciente que presenta daño a la mielina, una cubierta grasa que recubre los axones (extensiones) de las neuronas y acelera la transmisión del impulso nervioso. . El deterioro de la mielina es la causa de la esclerosis múltiple y otras enfermedades neurodegenerativas. Otros pacientes sufren accidentes cerebrovasculares, hemorragias cerebrales, encefalitis y pérdida de memoria. Michael Marshall documenta estas y otras evidencias en la naturaleza.
Una pregunta clave es si este daño cerebral se debe a una acción directa del virus en el cerebro oa una respuesta inflamatoria de la propia víctima.
Una pregunta fundamental para los científicos es si este daño se debe a una acción directa del virus sobre el cerebro o, por el contrario, a una respuesta inflamatoria exagerada de la víctima, como ocurre con los síntomas pulmonares. Es una pregunta urgente, ya que los médicos necesitan saber la respuesta para tratar a sus pacientes. Si el SARS-CoV-2 ingresa al cerebro y causa daño directamente, el médico deberá recetar medicamentos antivirales como remdesivir. Si, por el contrario, es la respuesta inflamatoria la que causa el daño, el médico elegirá un antiinflamatorio como la dexametasona. Dar el primer medicamento al segundo paciente o viceversa solo puede empeorar las cosas. No hacer nada tampoco es una opción.
Está bien, pero la persona no es solo un cerebro, ¿verdad? Él también tiene corazón. Es cierto, y el corazón también está en la mira del coronavirus. Como en el caso del cerebro, la evidencia de que el COVID-19 daña el corazón de algunos pacientes se ha ido acumulando en estos interminables meses. Causa miocarditis, o inflamación del tejido cardíaco y, como también sucedió con el cerebro, los investigadores están luchando por comprender cómo lo causa. La mitad de los pacientes con miocarditis covídica se cura sin complicaciones. La otra mitad acaba desarrollando arritmias y disfunción cardíaca.
Espero que el lector me perdone por la lección de fisiología que acabo de infligirle. La moraleja, si la hay, es que todavía no hay razón para relajar las medidas de protección. Que la segunda ola se convierta o no en un tsunami depende de ello. Mientras nuestros líderes buscan una cantidad de luz en la maleza que ellos mismos crearon, recuperemos nuestro respeto por este virus que la naturaleza nos ha dado.
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