CRÓNICA – En 1959, Percy Snow dio una charla olvidada sobre la oposición de las dos culturas, la literaria y la científica. Lo que resuena extrañamente en nuestra era de primacía de la higiene.
Dictadura sanitaria. Lucha de ego entre médicos. Tiranía de los números. En el último año, estas expresiones nos resultaron familiares. Son en parte excesivos, pero también corresponden a la realidad en la que vivimos. La ciencia ha tomado el poder para bien y para mal. Los políticos se esconden detrás de él para legitimar las restricciones que matan la libertad que imponen a la población. Ahora hay 66 millones de epidemiólogos en Francia; tantos como los entrenadores de la selección francesa durante los Mundiales de fútbol. Los números, de proyecciones como hospitalizaciones o contagio y ahora vacunación, nos gobiernan. La ciencia tiene el mando del estado y reina sobre nuestras vidas con mano de hierro que voluntariamente prescinde del guante de terciopelo. Inmediatamente evocamos la figura de Michel Foucault, quien, en la década de 1970, profetizó el advenimiento de lo que llamó “biopolítica”. Unas décadas antes que él, un inglés
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