¿Lo lograremos alguna vez, gracias al estatorreactor (estatorreactor en inglés), construyendo los barcos del futuro? Esta es la pregunta que se hacen dos físicos en un estudio original de la revista científica Acta Astronautica.
El estatorreactor, cuyo empuje se produce por la expulsión de gases resultantes de la combustión de un combustible, tiene la ventaja de no tener partes mecánicas móviles, de ahí el término “stato”, que significa “estático”.
Este motor, que “respira” aire, tiene la particularidad de ser un simple tubo. El único inconveniente: no puede despegar solo y, por lo tanto, debe dejarse caer desde un vehículo de transporte.
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En la atmósfera terrestre, este modo de propulsión funciona perfectamente. Estos científicos amantes de la ciencia ficción se preguntaron entonces: y viajes interestelares?
Hoy, y a pesar algunas tecnologías nuevas que son muy avanzadas o están al alcance de ser descubiertas, la única solución para propulsar un transbordador espacial sigue siendo el motor del cohete, un sistema que requiere combustible y, por lo tanto, continúa limitando tanto la velocidad como el alcance. Por lo tanto, la nave espacial estatorreactor sería una revolución.
civilización superior
Esta idea no es nueva, ya la hemos visto en varias obras de ficción. Por ejemplo, apareció en Jornada en las estrellas o en la novela futurista Tau cero, de Poul Anderson, botado en 1970 y en el que la tripulación se desplaza gracias a una nave que opera con la ayuda de una hélice estatorreactor. Pero, ¿es aplicable en la realidad?
Para Peter Schattschneider, físico de la Universidad Técnica de Viena y coautor del estudio, la respuesta es clara: “En el espacio interestelar hay gas muy diluido, principalmente hidrógeno. Si pudiéramos recolectar el hidrógeno alrededor de la nave espacial con un embudo magnético, podríamos operar un reactor de fusión y acelerar la nave espacial”.
El funcionamiento de un sistema de propulsión de este tipo en el espacio es, por tanto, teóricamente posible… pero aún no está a nuestro alcance. confiando en la escala de Kardachev, un método teórico para clasificar civilizaciones según su nivel de desarrollo tecnológico y su consumo de energía, los científicos dedujeron que se necesitaría al menos estar en una sociedad Tipo II para crear este tipo de ingeniería. Sin embargo, todavía estamos solo en la fase I.
Según esta escala exponencial, una civilización Tipo I puede extraer toda la energía disponible en su planeta y almacenarla para su consumo. Una civilización Tipo II puede consumir directamente la energía de una estrella. Finalmente, una civilización Tipo III tiene la capacidad de atraer toda la energía emitida por la galaxia.
Así que seguramente habrá que esperar un rato antes de acceder a los siguientes pasos para ver por fin una nave espacial en Reactor de estator Bussard, coches voladores o saltos intergalácticos a la velocidad de la luz.
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