Un equipo de la Universidad de Stanford en California analizó datos recopilados entre 1984 y 2019 sobre patógenos que atacaron a 5.380 especies de plantas silvestres y cultivadas, en todos los continentes. Su conclusión es que el aumento de la temperatura, tanto como el aumento de la precipitación, beneficiará a los virus que atacan las plantas silvestres. Los agricultores, en el mejor de los casos, se ahorrarán un aumento de las precipitaciones, porque han estado desarrollando técnicas durante siglos para contrarrestar parcialmente los efectos del exceso de agua en sus campos. Pero no pueden hacer nada contra las nuevas enfermedades aprovechando el aumento de las temperaturas.
La búsqueda apareció en marzo en el servidor de preedición BioRxiv. Al mismo tiempo, una investigación más modesta de la Royal Horticultural Society de Gran Bretaña asociado con temperaturas más altas en verano la mayor propagación de enfermedades en frutales en los últimos años, y en particular en 2022.
Las primeras “víctimas” son, como era de esperar, las plantas que viven en climas más fríos: en regiones donde la temperatura promedio fue de 3 grados entre 1960 y 1990, la incidencia de enfermedades virales fue del 40 % en temperaturas de 5 grados y del 50 % cuando llegó a 15. grados – un fenómeno cada vez más raro en los márgenes del Ártico.
En cuanto al aumento de las precipitaciones, parece tener su efecto más notorio en las regiones históricamente más húmedas, es decir, aquellas que viven con una media de al menos 3,9 milímetros de lluvia al día. Un aumento de 6 milímetros parece aumentar el riesgo de un patógeno en un 10 % en las plantas silvestres.
Es difícil aplicar estimaciones de temperatura a todas las plantas del planeta: los efectos pueden ser muy diferentes de un ecosistema a otro, y algunos ecosistemas están históricamente acostumbrados a grandes variaciones de temperatura. Estos datos, sin embargo, constituyen una señal de alerta para los agricultoresquienes habían esperado durante mucho tiempo que, con el cambio climático, llegarían a sus respectivas regiones insectos portadores de enfermedades capaces de interrumpir nuestra cadena de producción de alimentos.
Foto: Servicio Forestal del USDA/Flickr/ CC 1.0
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