sábado, noviembre 23, 2024
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Habib Kazdaghli, hombre de ciencia y conciencia rota por la adversidad

Que un comité científico degrade a un profesor e investigador de la talla de Habib Kazdaghli no es un hecho baladí. La notoriedad internacional del historiador tunecino ciertamente atormenta los celos gregarios y la brutalidad atávica de los mediocres.

Por hatem bourial *

En mi juventud, tuve la gran oportunidad de conocer a varios grandes académicos tunecinos. Todavía hoy recuerdo a Béchir Tlili y Mohamed Hedi Chérif que me hicieron sentir el gusto por el siglo XIX tunecino.

También le debo mucho a Hafedh Sethom y Ahmed Kassab, quienes me enseñaron sobre el territorio en todas sus complejidades y me dieron la lección de geografía que faltaba en el plan de estudios de la escuela secundaria.

Estas personas cultas eran numerosas y, sobre todo, modestas, dedicadas a la docencia ya la investigación. También fueron generosos y dieron su conocimiento a cualquiera que lo pidiera, sin decirlo. Podría nombrar cien nombres sin agotar esta genealogía de saberes compartidos.

Cómo no mencionar entre estos mentores improvisados ​​a Abdelwahab Bouhdiba, Fathi Triki, Azzeddine Guellouz, Jacques Darcueil y Georges Nonnenmacher, Tahar Gallali o Mohamed Ben Ahmed, todos apasionados por el conocimiento e invertidos en su difusión.

Incluso hoy, sigo la estela de varios académicos de alto nivel como Mohamed Jaoua, Hatem Mrad y otros. En ellos, es la inteligencia la que prevalece y prevalece sobre cualquier otra consideración.

Estas personas justas que abogan por compartir el conocimiento

Es en esta perspectiva que los estudiosos auténticos como Abdelaziz Kacem o Alia Baccar Bournaz y Hédia Khadhar están siempre disponibles, fáciles de abordar y rápidos para compartir. Por nombrarlos solamente, como dije, la lista de esas personas justas que abogan por compartir el conocimiento es afortunadamente muy larga.

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Estas personalidades tienen en común la creencia de que la universidad no es una torre de marfil y que el Mandarinado ya no cabe. Sus herederos son numerosos y me complace conocer a algunos como Riadh Ben Rejeb, Mohamed Kerrou, Sana Ben Achour, Fatma Charfi o Farah Hached por nombrar solo algunos.

En este inventario de conocimientos virtuosos, Habib Kazdaghli ocupa un lugar destacado. Fundamentalmente comprometido, activista del saber que esclarece e investigador incansable, siempre ha respetado la colegialidad y las libertades fundamentales, individuales o académicas.

Entre sus compromisos políticos y su título universitario, Habib Kazdaghli es un hombre intachable que es incomprensiblemente atacado.

Los que lo hacen, desde sus ridículas torres de marfil convertidas en atalayas de control, se vengan tristemente de un hombre honorable. Creo que les resulta insoportable que uno de sus compañeros triunfe con brillantez y convicción.

La notoriedad internacional de Habib Kazdaghli ciertamente atormenta sus celos gregarios y su brutalidad atávica hacia todo lo que se les escapa. En términos más generales, el trabajo sustantivo de este profesor emérito los confronta con sus fallas y sus propias debilidades.

Anteriormente mencioné a grandes maestros que dejaron huella en su tiempo, pero ¿qué pasa hoy, cuando los laboriosos compiten con los necesitados y cuando los académicos se inclinan ante sus dignidades y se acobardan ante sus privilegios?

Maniobras ridículas y patéticas.

es una mentalidad de “meddeb” que impera hoy en la universidad y lo digo con toda conciencia, refiriéndome a la generación anterior. ¿A dónde fue a parar la generosidad, el compartir y el respeto del discípulo?

Ya no reconozco las características de lo que debería ser el laboratorio democrático por excelencia.

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Que un comité científico degrade a un profesor e investigador de la talla de Habib Kazdaghli no es un hecho baladí. Ayer pudimos haber sometido a los que no vestían uniforme y ¿por qué no a Salah Garmadi, Daly Jazy, Mohamed Talbi, Ali El Hilli u otros iconoclastas?

Y luego, no olvidemos que, por muy científico que sea, este comité también está atravesado por las divisiones políticas de sus miembros. Y ciertas tendencias ideológicas, bien asentadas a pesar de su atraso, guardan rencor a Dean Kazdaghli.

Todas estas maniobras cosidas con hilo blanco sólo serían risibles y lamentables si no albergaran un terrible olor a inquisición. Atacamos el honor de un hombre, en nombre de un auto de fe que no dice su nombre y se esconde bajo el pálido oropel de un “Consejo Científico” desviado de su vocación y de los principios que deben reemplazar su estatuto.

Este consejo disciplinario tiene algo medieval, profundamente violento. Entre quienes la componen, algunos ni siquiera sentirán la insoportable anomalía que subyace en su juicio tan discutible.

Un hombre de convicciones rotas por la adversidad

No es la primera vez que intentamos, humillándolo, hacer pagar a Habib Kazdaghli por su singularidad. Sin duda perseverará a pesar de este disparo de advertencia, en el camino que le corresponde. Porque es, ante todo, un hombre de convicciones rotas por la adversidad, los malentendidos y todas las negaciones.

Para mí, siempre será un amigo al que respeto y admiro por su determinación y saber hacer. Dejar que un comité científico, probablemente dominado por corrientes vengativas, le lance un hechizo no cambiará nada.

El oportunismo político siempre va contra la corriente de la historia. Este no es el caso de Habib Kazdaghli quien, a su manera, es un revelador de nuestra historia humana y también un pionero del futuro. Si el populismo ambientalista logra esposar las flores, difícilmente amordazará la inteligencia del mundo. Pese a una lamentable venganza que hay que encasillar en el registro de gestos.

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* Escritor.

Juan Penaloza
Juan Penaloza
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