Usando los últimos avances en genética, específicamente la tecnología CRISPR-Cas9, las especies extintas podrían volver a la vida en los próximos años. Esto se llama “des-extinción”. Varias empresas se han embarcado en este reto, que ahora está más cerca de la realidad que de la ciencia ficción.
Tras anunciar en 2021 sus ambiciones por el “nacimiento” de un mamut lanudo (Mammuthus primigenio) para 2027, y más recientemente los que rodean al tigre de Tasmania (Thylacinus cinocéfalo), la sociedad colosales biociencias declaró a principios de 2023 haber recaudado 150 millones de dólares para el regreso del dodo (raphus cucullatus).
Los ingenieros exponen las ventajas ecológicas que podría tener su reintroducción en sus ecosistemas, o las posibles aplicaciones para la salud humana de esta investigación. Pero la perspectiva de resucitar especies extintas no es consensuada en la comunidad científica.
Un rompecabezas hecho posible por parientes cercanos
Para devolver la vida a estos animales, los científicos necesitan ADN. Con el tiempo, sin embargo, se descompone en pequeños fragmentos bajo la acción de la luz ultravioleta y las bacterias. Cuanto más antiguo es el espécimen, más cortos son los fragmentos… y es menos probable que “revive” la especie, razón por la cual el Parque jurásico no está a punto de llegar pronto.
Como parte de proyectos en torno a tigres de Tasmania (o tilacinos) y mamuts lanudos, se han encontrado fragmentos de ADN. Para el primero, desaparecido en el siglo pasado, excepcionalmente conservado en zoológicos de todo el mundo. Pues este último, extinto hace entre 10.000 y 4.000 años, congelado en la tundra ártica.
Luego, los investigadores deberían poder secuenciar su ADN, el modelo genético contenido en cada una de las células de estos animales. Y para hacer eso, descubra cómo encajan los diferentes fragmentos, una tarea que ellos comparan con armar un enorme rompecabezas… sin la imagen que los guíe frente a la caja.
Para ayudarlos en esta misión, pueden contar con los parientes cercanos de los tigres de Tasmania y los mamuts lanudos, respectivamente el dunnart (sintopsis) y el elefante asiático (Elephas máximo). El genoma de estas últimas se compara y superpone al código genético de especies extintas, observando las secuencias que difieren.
El siguiente paso en el rompecabezas es “editar” los genes dunnart o del elefante asiático para que coincidan con los del tilacino o el mamut. Una proeza que se puede conseguir gracias al método CRISPR-Cas9, una especie de “tijeras genéticas” que permite cortar trozos de ADN.
Una vez que se han obtenido células “del pasado” satisfactorias, los biólogos todavía necesitan transformarlas en células madre e implantarlas en el útero de un pariente vivo cercano. Una vez más, esto no es poca cosa.
Un pájaro resucitado, no un dodo 100%
En definitiva, tomando como ejemplo el Dodo o Doronte de Mauricio, se encontraron rastros de su ADN en el Museo de Historia Natural de Copenhague (Dinamarca). Estos serán comparados con los de su pariente vivo más cercano, el nicobar camail (nicobarica caloena). Luego, se utilizarán “tijeras genéticas” para recrear células de dodo, modificadas para ser inseminadas en huevos de aves modernas, con el fin de dar a luz a un ave muy cercana a la especie extinta.
muy cerca porque como precisamente lo señalaron los investigadores en un estudio publicado en biología actual (2022) sobre el extinto ratón de la Isla de Navidad (rattus macleari), “Nunca, jamás podremos reconstruir un genoma utilizando la edición de genes que sea 100% idéntico a un organismo extinto específico”. Porque incluso con ADN preservado de “alta calidad”, sigue siendo imposible recrear los muchos genes clave que faltan: una pieza faltante del rompecabezas de “solo el 5%” es suficiente para obtener un espécimen que es diferente en muchos aspectos.
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Conservación, menos costosa que resurrección
Las empresas que iniciaron la de-extinción lo tienen claro: el objetivo siempre ha sido resucitar “equivalentes funcionales”. Sin embargo, el plan para revivir especies extintas, de las cuales el tigre de Tasmania, el mamut lanudo y el dodo están lejos de ser los únicos en la lista, lleva a muchas otras consideraciones éticas.
Primero, porque los entornos y ecosistemas de algunas de estas criaturas han cambiado drásticamente desde su extinción, excepto en el caso del tilacino recientemente extinto. Ya no podían adaptarse a él y perturbar el equilibrio existente.
Muchos expertos también temen que esto socave los esfuerzos de conservación actuales, que se centran en evitar la extinción de nuevas especies. en un informe de Naturaleza Ecología y Evolución (2017), los científicos también demostraron que el dinero destinado a la de-extinción podría aumentar “alrededor de dos a ocho veces las especies salvadas” si se invirtió en programas de conservación existentes.
Artículo publicado originalmente el 3 de febrero de 2023.
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